jueves, noviembre 30, 2006

Un tal Boris Vian

"Y más nos valdría aprender a hacer el amor correctamente
que devanarnos los sesos delante de un libro de historia"

Yo querría enamorarme. Tú querrías enamorarte. El querría ídem (enamorarse). Nosotros, vosotros, querríamos, querríais ser. Ellos también querrían enamorarse... (La espuma de los días).

Usted sabe que, en general, no sabemos nada. E incluso las gentes que deberían saber, es decir, quienes saben cómo manipular las ideas, triturarlas y presentarlas de tal manera que se imaginen tener una idea original, jamás renuevan el fondo de las cosas a remover, de tal suerte que su modo de expresión se adelanta siempre veinte años a la propia materia que se expresa. De esto resulta que no se puede aprender nada de ellos, puesto que se contentan con las palabras. (El otoño en Pekín). ...la historia es totalmente cierta, puesto que yo la he imaginado del principio al fin. (Prólogo de La espuma de los días). - Has envejecido diez años hace diez días -dice Colin. - Siete años -rectifica Nicolás. (La espuma de los días). - Cuente hasta diez -ordenó Laurent al paciente. El enfermo se detuvo al llegar a seis. - ¡Curioso! -dijo Peter Gna-, normalmente no suelen dormirse hasta llegar a veinte. - Yo no duermo -gritó el enfermo-, lo que pasa es que no sé contar. (La ruta desierta en Las hormigas). ¿Cuándo admitiréis que se puede escribir en Temps Modernes sin ser necesariamente existencialista? (...). ¿Cuándo admitiréis la libertad? (Epílogo de Todos los muertos tienen la misma piel). Parece efectivamente, que las masas tienen razón y el que está equivocado es el individuo. (Prólogo de La espuma de los días). Y no hay nada más poético que el sentido común. (El arrancacorazones). Un acuerdo del conservatorio se prepara haciendo digerir en un extractor de Kumugawa once partes de limaduras de plomo, cuatro partes de Cointreau, una parte de sulfuro de bariboca y siete partes de pistoflina oxidada de Rhône-Poulenc. Se somete durante tres semanas a bombardeo de partículas alfa y a continuación se deshiela. Los acuerdos del conservatorio de esta guisa preparados tienen un gusto análogo al de la tontería de Maizreau, muy parecida a la de Cambrai. (El otoño en Pekín). Hay solamente dos cosas: cualquier forma de amor con bellas muchachas y la música de Nueva Orleáns y de Duke Ellington. (Prólogo de La espuma de los días). Es intolerable que una cosa tan inútil como el sufrimiento pueda dar derechos a cualquier o cualesquiera que sean sobre lo que sea. (El arrancacorazones). Siempre he pretendido ponerme objetivamente en la situación de todo aquel que era mi antagonista; y por esto nunca he podido luchar contra lo que se me oponía, pues comprendía que la concepción correspondiente sólo podía equilibrar la mía, para la cual no había ninguna razón subjetiva de ser preferida a ninguna otra. (La hierba roja). Me importa absolutamente un bledo poder o no poder hacer partícipes a los demás de mi punto de vista. (El otoño en Pekín). - Pero qué es lo que hay que hacer? - Estar en el suelo -dice Anne-. Estar en el suelo, sobre esta arena, en medio de la brisa y con la cabeza vacía; o andar y verlo todo, o hacer cosas, hacer casas de piedra para la gente, darles coches, luz, todo lo que todo el mundo pueda tener, para que ellos puedan no hacer nada también y permanecer en la arena, al sol, y tener la cabeza vacía, y hacer el amor a las mujeres. (El otoño en Pekín). No se trataba del timbrazo característico de Jasmin, que además estaba de compras en un sospechoso comercio en compañía de su amante. Tampoco se trataba de mi tío, puesto que acababa de morir dos años antes. El perro acostumbraba tocar dos veces, y en cuanto a mí, disponía de llave. Así pues, había que pensar en otra cosa. Se trataba de un timbrazo muy peculiar: pesado..., cargante, quizá..., no, denso más bien..., un timbrazo lento y caro... El fontanero, por consiguiente. (El fontanero en Las hormigas). Vea usted, señor Brul, mi punto de vista es muy simple: en tanto que exista un lugar donde haya aire, sol y hierba, debe uno lamentarse de no estar allí. (La hierba roja).


(Boris Vian)

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