miércoles, abril 04, 2007

El cuerpo de Maradona pide piedad .Autor: Orlando Barone

Permítaseme hablar de un cuerpo: el de Maradona. No refiriéndome a ese cuerpo
inapropiadamente usurpando el lugar desde el que lo harían un médico o un especialista,
sino observándolo como cuerpo público; como objetivo visual por tratarse su poseedor
de un individuo notable.
Y porque un cuerpo es la materia orgánica que nos contiene a cada uno de nosotros.

En Diego Maradona ese cuerpo ha contenido al jugador de fútbol del que dicen fue
el más grande de todos los tiempos.

Entonces ahí está ahora su cuerpo, otra vez en tensión con la salud: sea porque
se ha echado dentro un cajón de puros de densidad de fumadero; sea por culpa de
una desmesurada ingesta gastronómica; sea por alguna incontinencia adictiva no
recomendada en los libros médicos; sea porque el rocío de la noche destempla
más que el smog del día.

Y otra vez el cuerpo, como su dueño no lo escucha, pide socorro por su cuenta.
Y allí se lo vio últimamente en el palco de Boca gritando desaforadamente y
nuevamente rechoncho. Pero ése al que la gente veía gritar y casi cayéndose
del palco no era Maradona: era su cuerpo.

Clamaba a su modo de cuerpo desesperado. Y era el aviso de que ya no era aquel
cuerpo súbitamente atlético y lozano que había lucido espléndido y elegante en la
televisión, sino que estaba de regreso deshilachado tan súbitamente como cuando
se vuelve sano por un rato. El cuerpo sabe en su propio cuerpo que su dueño tiene
vocación de empujarlo por el plano inclinado. Lo ha usado en los extremos de
intensidad límite; pero el tiempo acorta esos límites. Y acorta su resistencia.

Si el cuerpo de un gato tiene siete vidas muere a la séptima; nadie puede saber cuántas
vidas tiene el cuerpo de Maradona ni menos cuántas le quedan.
Pero su dueño le ha hecho gastar tantas que cuesta entender que esté compuesto de
materia orgánica estándar. No, ya se sabe que no: que aunque los ingredientes sean
los mismos que los de cualquier otro cuerpo ése incluye una inimaginable variedad de
efectos e influencias: desde muy joven los más intensos entrenamientos, tratamientos
de alta complejidad vitamínica y nutricional; infiltraciones para el dolor de sus heridas;
saunas, masajes, caricias. Y también los más duros daños que pudiera recibir un cuerpo:
ora delgado ora gordo; entrenado y desentrenado; drogado y "desdrogado";
narcisístico o abandonado; en trance de morirse y resucitado;
con efedrina o con ayuno de agua destilada; revelando todavía destellos de sus dones
a la luz del sol, o deambulando sin luna a través de las noches.

Si se le hiciera caso al curriculum ese cuerpo no debería alarmarse: siempre renace.
Su dueño lo hace sufrir , alcanzar umbrales de flagelación y no obstante el cuerpo
sobrevive como si secretamente produjera alguna enzima de resurrección ajena al
conocimiento de la ciencia y a nuestra modesta comprensión biológica.

De todos modos, por las dudas, el cuerpo de Maradona pide piedad

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