miércoles, diciembre 27, 2006

El verano argentino es el mejor del mundo Por ORLANDO BARONE







No hay como el verano argentino. Tiene de todo: desde glamour de marca hasta musculosa trucha de la feria de La Salada; desde topless justificados a bikinis de renunciamiento estético. Tiene las diosas de Pancho Dotto y las "talle grande" de San Clemente y Las Toninas. Y tiene los traseros agachados de los que buscan almejas cavando pozos. Tiene al patriota Giordano siempre listo para ser televisado agitando alucinado la bandera argentina en cualquier tribuna del mundo. Tiene a la farándula llena de siliconas. Llena de botox. Llena de ex caras. Tiene a las vedettes de riña y a sus chimenteros de cabecera. Tiene a los cholulos que si no consiguen un famoso que les firme un autógrafo son capaces de ir a pedírselo a un utilero. El verano argentino tiene clase Valeria Massa fashion y clase medio pelo. Y clase auténtica en camión en ablande sin asientos y las ventanillas tapadas con colchas y adentro, tomando mate, más turistas que una hostería. Tiene desde un bungalow hawaiano sobre el mar, a una lona atada con palos y semienterrada en un médano bajo cuya sombra vacacionan dos familias con hijos propios e hijos ajenos e hijos de la carpa vecina. Tiene monoambientes con un solo ventilete al vacío cohabitados por adolescentes que duermen parados de a cinco por metro cuadrado; tiene departamentos tamaño gnomo abarrotados de parientes que se enciman vestidos para dormir encogidos hasta en el lavadero sobre el toallón de baño todavía húmedo y con los pies sobre la bandeja donde hace pis el gato.



Tiene baños sin bañadera, sin la flor de la ducha, sin chorro de agua, sólo goteo. Tiene perros que hacen caca en la playa y nenes que se hacen caca apenas la madre empieza a abrir la sombrilla. Y púberes que joden todo el día exigiendo que se les compre a todos los vendedores que pasan por la playa, y adolescentes que para expurgar su calentura solo quieren vivir de noche y vuelven del veraneo más pálidos que drácula después de salir del sarcófago. Y los padres están contentos porque sus hijas e hijos copularon a lo loco pero solo con chicas y chicos de confianza no con cualquiera. No hay como el verano argentino. Tiene variedades de novios, de amigovios, de amantes, de tribus y de solos. Tiene travestis, tiene putas, tiene homosexuales, tiene lesbianas, tiene andróginos, tiene varones varones y mujeres mujeres. Y tiene histéricas y satisfechas. Y maridos que aprovechan, para volver a experimentar por primera vez en el año, cómo es el cuerpo de su mujer si le dedican un poco del tiempo que le dedican al auto. El verano argentino tiene sol y tiene diluvios, tiene vientos de arena que hacen llorar criaturas y aguas vivas que dejan ronchas peores que las de una fumigación tóxica. Y tiene mareas altas que achican la playa hasta la dimensión de un lotecito y allí se estiban a tomar sol miles de turistas dedicados a enterrar la yerba mojada en la arena y a pelar fruta y dejar la cáscara tirada. Mientras los chicos buenos entierran en la arena los carozos de punta.



Pero el mar limpia todo.





 

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